La realidad de la rivalidad México-EEUU, hoy

Resulta que los reportes de el superestrellato del futbol estadounidense fueron grandemente exagerados. La temporada 2022-2023 para nuestros vecinos del norte no ha sido lo espectacular que algunos de sus promotores (o detractores del futbol mexicano) habían pronosticado.

Primero fue el Mundial, que sin ser malo, fue el típico torneo de un equipo de Concacaf. Empate contra un equipo europeo medio, actuación heroica pero insuficiente contra el favorito del grupo y triunfo dramático contra el débil. Luego, en octavos de final, derrota sin meter las manos contra un equipo europeo de mejor nivel. 

Después, los problemas internos. Bueno, eso en realidad ya había pasado antes, con los telenovelescos rumores entre McKinnie y la hermana de Pulisic, pero lo de después del Mundial lo llevó al extremo. El técnico, Gregg Berhalter decidió no darle mucho tiempo de juego a la joven estrella del país, Gio Reyna, y como consecuencia, sus padres amenazaron con revelar un episodio de violencia doméstica que el entrenador había cometido décadas antes con su actual esposa.

El escándalo se mantuvo en la discusión nacional por varias semanas, y sirvió de marco para una búsqueda de nuevo técnico que aún no termina. Ya han pasado seis meses de la eliminación de Qatar y el banquillo de la selección sigue vacío. 

No sólo eso, el interino, Anthony Hudson, dejó tirado al equipo para irse a dirigir en Medio Oriente, y para la Nations League y la Copa Oro los dirigirá BJ Callaghan, un desconocido incluso para sus fans, que jamás ha sido entrenador de equipo alguno y su principal carta de presentación es haber sido asistente del Philadelphia Union por cinco años.

En Estados Unidos sueñan con José Mourinho pero la realidad puede ser más cercana a Jesse Marsch (si bien les va), algo que hace un año habría sonado bien, pero que hoy no lo hace tanto debido al pésimo papel del entrenador en el Leeds United, al que había logrado rescatar la temporada pasada pero donde no pudo mantener la inercia positiva este torneo. Fue despedido sin cumplir un año en el cargo y el equipo descendió.

El descenso del Leeds tuvo también como protagonistas a jugadores estadounidenses, ya que 3 de ellos formaban parte de la plantilla y tuvieron muchos minutos. El que mejor lo hizo, Tyler Adams, tuvo una desafortunada lesión, que el equipo resintió sin duda. Los otros dos fueron una decepción brutal. McKennie llegaba con gran cartel desde la Juventus, y si bien jugó fuera de posición por periodos, jamás logró adaptarse al ritmo de Premier. En cuanto a Brenden Aaronson, que llegaba como uno de los grandes prospectos del país, las exigencias físicas de la liga le pasaron factura. Demasiado liviano, sufrió cada partido hasta perder la titularidad.

A pesar de ello, ninguno de los 3 estuvo cerca de ser la peor decepción estadounidense en la Premier, ese rol le correspondió a Christian Pulisic, cuyo protagonismo en el Chelsea quedó en el recuerdo. En el peor equipo Blue de la última década, el Capitán América fue suplente de los suplentes pese a los constantes cambios de entrenador. Es casi un hecho su salida para el próximo torneo.

Gio Reyna tampoco alcanzó en el Dortmund el rendimiento esperado. Aunque su cuota de goles no estuvo mal, 7 en 22 partidos, su cuota de minutos fue bajísima. Fue titular UNA VEZ desde el inicio de 2023 y rara vez superó los 20 minutos de participación por partido. Tiene apenas 20 años y el escándalo a su alrededor sin duda le afectó, pero sus números fueron decepcionantes en general.

La brillante “Generación Dorada” con lo que los aficionados estadounidenses soñaban con ganar el Mundial 2026 tuvo su toque de realidad. Sergiño Dest fue apartado del Milan tras tener una temporada horrenda. Los que tuvieron más minutos o mejor rendimiento, como Yunus Musah, Tim Weah, Antonee Robinson, Josh Sargent y Ricardo Pepi, lo hicieron en equipos menores. No es descabellado decir que el mejor jugador estadounidense hoy es Folarin Balogun, quien hasta hace un par de meses no podía siquiera jugar con la selección.

A la situación individual hay que sumarle una colectiva, la de la MLS en la Concachampions. Tras haber roto una sequía que comprendía todo el siglo, había quien esperaba una nueva época de dominio de la liga estadounidense. No pasó. León superó sin muchas dificultades al LAFC en la final y consiguió el título 17 de la LigaMX de las ultimas 18 ediciones, dejando sin argumentos absurdos a los que contaban hasta los Juegos de Estrellas de pachanga entre las ligas.

Y en realidad ese es el asunto. Aún con este annus horribilis el futbol estadounidense puede seguir siendo optimista. Tiene una generación joven de buen nivel, en buenas ligas. Su infraestructura de dueños y agencias les permitirá seguir exportando constantemente, aunque el talento de sus jugadores no esté, en el corto plazo, para ser estrellas en equipos top. Y la calidad de vida del país les permitirá seguir atrayendo estrellas a su liga y, quizá, un entrenador reconocido para su selección nacional.

Su selección, pese a tener al interino del interino, perfectamente nos puede ganar en Nations League y en Copa Oro. En buena medida porque el futbol mexicano tampoco tiene muchísimo qué presumir y los partidos serán en una sola sede. No sería nada descabellado que sucediera, y no debería sorprendernos.

Como tampoco debería sorprendernos lo contrario. La realidad es que, hoy en día, ambos futboles están parejos, ellos ganarán algunos partidos, nosotros otros. Las dos federaciones han sido desastre total en los últimos años, las dos ligas privilegian MUCHO más lo económico que lo deportivo. Ellos ganan en genética pero nosotros lo hacemos en generación de ingresos, cultura futbolística e infraestructura general en clubes.

El asunto está en el tremendismo ridículo de “van a dominar el mundo” y “están haciendo TODO mejor”, con el que la prensa mexicana quiere clicks y los aficionados se autoflagelan. Ellos han tenido 3 años mejores, nosotros estuvimos mejor los diez anteriores mientras que la década del 2000 fue para ellos. Es una rivalidad entre iguales y lo seguirá siendo por el futuro cercano. El resto es provocación y no hay que caer.

Por Martín del Palacio

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