El injusto trato a Raúl Jiménez

En los últimos años, ha habido pocos jugadores mexicanos tan talentosos como Raúl Jiménez.  El aún integrante del Wolverhampton es sin duda el delantero más completo de su generación. Al gol le suma la técnica, la visión de campo, el físico y el sacrificio. Y también mala suerte, y el trato más injusto que ha recibido uno de nuestros futbolistas en los últimos años.

En su mejor momento, Raúl fue, lejos, el mejor jugador mexicano y probablemente el mejor de la Concacaf. En las temporadas 2018/2019 y 2019/2020, marcó 44 goles en 99 partidos de la Premier League. Y no lo hizo en un grande, sino en un modesto, al que propulsó a jugar en Europa por primera vez en décadas.

En selección, ese periodo se recuerda poco pero, los partidos que jugó, Raúl fue igualmente dominante, disputó 22 partidos, marcó 15 goles y dio 8 asistencias. Su gran momento lo hizo ser campeón goleador y figura de la Copa Oro 2019, el último torneo oficial que ha ganado México, y los aficionados del Tri salivábamos pensando en el tridente que armaría con Hirving Lozano y Jesús Corona.

Lamentablemente, la lesión que todos conocemos puso en peligro su vida y lo dejó fuera de las canchas durante ocho meses después de una cirugía exitosa. Ya el hecho de haber podido volver, tras una lesión de esa magnitud, es digno de aplauso. Hacerlo en el máximo nivel debería ser sujeto de reconocimiento.

Dicho esto, como era de esperarse, Raúl no regresó al mismo nivel que tenía cuando salió en camilla de ese partido contra el Chelsea. Una lesión de ese tipo tiene secuelas físicas y psicológicas que toman tiempo de recuperación. Eso no quiso decir que Jiménez se hubiera convertido en un mal jugador, simplemente que no estaba en el mismo nivel de élite que cuando se lesionó.

Pero una parte de la afición mexicana no perdona ni entiende razones. Lo peor que uno le puede hacer a un fanático en México es ilusionarlo y no estar a la altura de un altísimo estándar que no corresponde ni con la realidad del futbol ni con la del país. Desde nuestro sillón, queremos que nuestros ídolos sean lo que nosotros nunca pudimos, y estamos dispuestos a destrozarlos si no lo consiguen.

Pasó con Giovani dos Santos, que nunca consiguió ser Ronaldinho. Pasó con Carlos Vela, a quien no le gustaba tanto el futbol como nosotros hubiéramos querido. Pasó con Chicharito, que no logró ser el mejor 9 del mundo como esperábamos tras su inicio brutal en Manchester United. Pasó incluso con Hugo, que sí era el mejor 9 del mundo, pero se convirtió en “un tarugo” por fallar un penal en el Mundial.

Y pasó con Raúl, pero lo de Raúl fue peor que con cualquier otro, porque los insultos se volvieron personales y crueles. Una demostración de lo mezquina y patética que puede llegar a ser parte de la sociedad mexicana en ciertas situaciones. No repetiré aquí lo que se escribió -y se escribe aún en Twitter- cada vez que hay un post sobre el delantero. Horribles ataques personales sobre su lesión, sin la menor contemplación por la persona y su entorno.

El fondo de los ataques era el mismo de siempre. La decepción de la afición tras haber idealizado a una figura, más la estúpida rivalidad entre equipos, que colorea la opinión de sus aficionados y la anonimidad que dan las redes sociales para expresar una crueldad que su cobardía les impide siquiera pensar al encontrarse en persona con el insultado.

Esos son los peores, pero están también los que fingen colorear su hate con argumentos futbolísticos, el más ridículo de todos el de que se debió haber bajado del Mundial “por honestidad”. Empezar diciendo que un tipo en su sofá no puede entender ni remotamente la competitividad de un atleta profesional sería lo de menos, seguir con que el responsable de las convocatorias es el entrenador es el paso siguiente, para concluir con que Raúl disputó muchos más minutos que Rogelio Funes Mori, y que, según todas las páginas de estadísticas, sin ser muy destacado, lo hizo a la altura del resto de los jugadores del equipo.

Pero dar argumentos no tiene sentido, porque siempre llegarán más falacias. Como aquella de que no anotó nunca en un Mundial. Y sí, es verdad, pero es difícil tener peor suerte con la selección. En 2014 empezaba su carrera en el Tri y llegaba como claro cuarto delantero detrás de Oribe, Chicharito y Gio. Disputó 6 minutos. En 2018 fue suplente de los más consolidados Chicharito y Vela. Disputó 54 minutos. 2022 era el Mundial donde sería estelar, pero las lesiones se lo impidieron y disputó sólo 56 minutos. Peor fortuna, imposible, porque todos sabemos de lo que hubiera sido capaz de haber sido el torneo en 2019 o 2020.

Esa ingratitud del aficionado mexicano contrasta con la calurosa despedida que le dio la afición del Wolverhampton al despedirse de ellos el sábado. Y sus reclamos en redes sociales a la decisión mezquina del técnico Julen Lopetegui de no ponerlo ni un minuto en un partido en el que no se jugaba nada. La diferencia entre verdaderos aficionados y fanáticos guiados por la víscera.

Quienes lo hemos visto jugar, incluso en estos últimos meses, sabemos que Raúl todavía tiene mucho que dar en el futbol. Y hacerlo a un muy buen nivel. Vendrá otro inicio en otro club, y si recupera la confianza de cara a puerta, el resto del talento seguirá. Y quizá pueda volver a ser protagonista en selección. Pero, incluso si no, más de 100 partidos y 29 goles no los hace cualquiera. Y menos volver a jugar después de una lesión que pudo haberte costado la vida. En ese sentido, ya ganó. Ojalá un día hayamos evolucionado lo suficiente como afición para entenderlo.

Por Martín del Palacio

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